viernes, 22 de abril de 2016

WYNONNA EARP

No es el nombre de un cuento, sino de la nueva serie de Syfy que adapta el cómic que Beau Smith comenzó a publicar en 1996. Ahora que las superheroínas están de moda, este personaje parece venir de perlas a un canal en el que lo sobrenatural campa a sus aires. Porque, ¿qué más está de moda? Pues los demonios, pero no en plan sombra tenebrosa que se intuye en la oscuridad y se ríe con voz lúgubre.

Los demonios de ahora tienen una existencia muy poco sutil. Se reúnen junto a una fogata, beben güisqui a tope y, claro, matan a seres humanos (si no, a ver, porqué íbamos a ir contra ellos). Así, 'Wynonna Earp' se presenta como una curiosa ficción en la que muchos ingredientes tratan de confabularse para ofrecer lo mismo pero diferente, una regla clásica de las historias de todos los tiempos.

Sabemos quién es Wyatt Earp pero tal vez nos quede un poco lejos para que, a nuestros ojos, se justifique tanta leyenda. El caso es que en esta serie nos encontramos una maldición que cayó sobre la familia del mariscal, que vive en un lugar con el acogedor nombre de Purgartory. Wynonna es la "heredera", una chica que vuelve a casa y se encuentra con un montón de renacidos que quieren ajustar cuentas con su familia.

Los renacidos son los 77 criminales a los que su antepasado mató. Con una pistola, la que perteneció a Earp, que es el único arma que, de verdad, puede detenerlos. Además, tenemos una hermana pequeña, ese personaje que nos viene de perlas porque da descargo cómico pero, a la vez, hay que proteger constantemente; un misterioso pistolero (ejem, que no tarden mucho en contar quién es) venido del más allá que no sabemos si es bueno o malo y un marshal cuyo actor realiza un trabajo regular.

'Wynonna Earp' tiene varias pegas, como esas secuencias un tanto melodramáticas en las que los buenos están en peligro y las tartas de cumpleaños han sido destruidas por los crueles demonios. Pero, tiene espíritu, y una protagonista muy canalla, ruda y desagradable, de ésas a las que da gusto querer. Sólo, por eso, merece la pena darle una oportunidad.

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