Estamos asistiendo en directo a algo realmente preocupante. Ha pasado menos de una semana desde la toma de posesión y ya se han congelado los fondos de la Agencia de Protección Ambiental, se ha ordenado a varias agencias (como agricultura, interior o medio ambiente) que cesen cualquier tipo de comunicación pública y se han borrado tuits de cuentas oficiales por contener datos sobre el cambio climático. Cuando cosas como la tasa de CO2 en aire o la acidez del mar son subversivas, algo está saliendo rematadamente mal.
Y lo peor de todo es que no es una cuestión local. A veces, no somos del todo conscientes de lo mucho que dependemos de las agencias y centros de investigación estadounidenses para estudiar el clima y la crisis ecológica. Por eso, asistir a lo que parece el desmantelamiento sistemático de todas las instituciones que se han creado en los últimos 30 años, es algo que nos afecta (y mucho) a todos nosotros vivamos donde vivamos.
Las agencias gubernamentales no pueden comunicar sus trabajos
El lunes se supo que la administración Trump había ordenado a la EPA (la Agencia de Protección Ambiental) que dejara de comunicarse en público. Eso incluía comunicados de prensa, artículos o cualquier otro tipo de mensajes en redes sociales.
Es decir, menos de una semana después de la toma de posesión el gobierno de Estados Unidos ya ha neutralizado dos de las agencias claves en la protección ambiental del país. Sus investigadores podrán publicar en revistas científicas, pero no podrán hablar sobre sus investigaciones en público, ni dar publicidad a sus trabajos.
Se bloquean los fondos de la EPA
No hay que olvidar que Trump tiene un largo historial de comentarios en los que niega la existencia del cambio climático y ha escogido para liderar esta nueva etapa de la EPA a Scott Pruitt, conocido por haber sometido a la agencia a continuas demandas judiciales junto con petroleras, empresas mineras y otras grandes industrias contaminantes.
Cuando los hechos son subversivos
Y, de hecho, lo eran. No hay que olvidar que la semana pasada, la cuenta oficial del Servicio de Parques de Estados Unidos retuiteó una serie de mensajes críticos con el presidente el mismo día de su toma de posesión. Aunque no hay relación entre ambos gabinetes de comunicación, el desafío era más que evidente.
Tanto que, al final del día, los tuits fueron borrados. Pero ya la comunidad de expertos del clima estaba revolucionada: más allá de la intencionalidad política o no de esos tuits, lo que se estaba borrando eran datos objetivos sobre la situación del clima; datos elaborados por las propias agencias norteamericanas. La situación es bastante complicada.
Aunque la Unión Europea y otros países tienen proyectos muy importantes para estudiar el cambio climático, los recursos, el personal científico y las infraestructuras que aporta Estados Unidos son fundamentales.
La monitorización mundial de temperaturas, la evolución de tormentas y huracanes, el estado de los acuíferos subterráneos, la calidad de los suelos o el seguimiento de incendios forestales... Buena parte de la comprensión que hoy tenemos de los problemas medioambientales depende de décadas de investigaciones de al menos una decena de agencias norteamericanas. Agencias que monitorizan a tiempo real y ponen a disposición de los científicos de todo el mundo una infinidad de datos que no tendríamos de otra manera.
Cuando en diciembre hablábamos sobre los científicos que estaban tratando de poner a buen recaudo toda la información sobre el cambio climático que había en servidores del gobierno norteamericano, todo parecía ciencia ficción y alarmismo. Hoy por hoy, parece que fue la decisión más sensata. La guerra política por el clima no ha hecho más que empezar.
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