Cada día tomamos cientos de decisiones. Si desayunar en casa o en la cafetería, comprar un producto de una marca u otra. Quién sabe. Pero de vez en cuando es el turno de tomar alguna decisión importante. Y nos ha salido mal. Es decir, a cualquiera de nosotros nos ha podido ocurrir que comprásemos una Blackberry o que nos apostásemos algunos pesos en una sólida teoría sobre el final de Lost para descubrir después que todo era una gran broma de Abrams y compañía. Pero tranquilo, hay gente que lo ha hecho mucho peor que tú.
Y esto es lo que hemos querido honrar en esta lista, aportando nuestros propios Premios a la Lucidez a personas que, en su momento, no vieron las inmensas consecuencias que tendrían para ellos apostar por el caballo perdedor. Recuerda: cuando creas que has tomado la peor decisión de tu vida, siempre puedes pensar en esta gente y decirte a ti mismo “bueno, al menos yo no fui esa discográfica que le dio el portazo a los Beatles antes de que empezaran su carrera”.
1) Los ceromillones
Es un temor muy compartido, pero a alguien tenía que tocarle protagonizar el caso real. Una mujer británica estalló en alegría al saber que le había tocado la lotería.113 millones de libras en unos Euromillones, nada menos. Encantada de tener en su mano los números ganadores, gracias a ese papel en el que escribía cada semana las cifras por las que había apostado. Hasta que al cabo de un tiempo el ambiente empezó a enturbiarse: no aparecía el boleto.
Al final se descubrió que el marido había tirado el ticket el día anterior, junto a un montón de facturas y otros papeles que había en una pila de casa. El asunto no acabó en divorcio para esta pareja de más de 50 años de casados (aunque seguro que tuvieron que ser unos días muy difíciles para este matrimonio).
2) Un patético soldado al que le perdonaron la vida (y que se llamaba Hitler)
Muchos lo intentaron después, como el protagonista de 13 minutos para matar a Hitler. Pero el que nos ocupa es uno de los personajes de la historia que más cerca estuvo de terminar con el Führer. Aunque por entonces aún no lo era. El soldado británico Henry Tandey, que ha pasado a los libros como uno de los soldados más condecorados de la Primera Guerra Mundial, caminaba en 1914 por los restos de un campo de batalla cuando se encontró desarmado y en una zanja a un soldado de primera llamado Adolph Hitler. Aunque aún hoy se especula lo que ocurrió, la historia más extendida es que Tandey, no teniendo ganas de matar a sangre fría a un rival desarmado, lo dejó marchar sin más.
3) La importancia de quedar a la hora correcta
El 17 de octubre de 1961 el cuerpo militar estadounidense y la CIA debían llevar a cabo un despliegue de recursos en un golpe planeado en conjunto con disidentes cubanos anticastristas. Pero algo salió mal, muy mal. Por una serie de negligencias técnicas, la cobertura aérea de los aviones norteamericanos que iba a ayudar a los cubanos insurrectos no terminaba de llegar. ¿El problema? Alguien dentro del mando estadounidense había olvidado ajustar la diferencia horaria entre Cuba y la base aérea de Nicaragua.
Así que claro, los bombarderos aéreos pasaron por la Bahía de Cochinos una hora antes. Al ver que no estaban las tropas decidieron pasar de largo y no repetir el trayecto una hora después. Al saber lo que había sucedido, Estados Unidos decidió no seguir apoyando el golpe aquel día, con lo que el alzamiento fracasó estrepitosamente. Al menos de esta forma Kennedy ganó algo de experiencia, que tan bien le vino para la posterior Crisis de los Misiles.
4) Cuando la falta de fraternidad va demasiado lejos
Tampoco es del todo fiable el rigor histórico de lo que sabemos sobre este período, pero lo que se mantiene a día de hoy es que en 1788 hubo un batallón de 10.000 hombres del ejército austríaco que murió en la batalla de Karánsebes. ¿Sus rivales? Ese mismo ejército. En teoría, la mitad de las tropas debían montar el campamento mientras la avanzadilla vigilaba las inmediaciones por si había rastro del ejército otomano. Lo que sí se encontraron fue a unos mercaderes que les vendieron alcohol, que se tomaron con mucho gusto.
El problema es que, cuando una pequeña parte de la infantería del campamento vio que sus compañeros se habían pegado una buena tajada sin compartir la bebida con los demás, se alzó en armas contra los soldados de su misma bandera. Entonces, el resto de militares del campamento confundió lo que veía: pensaban que su ejército estaba peleando contra los turcos. Y allá que fueron en una revuelta sangrienta que podría haber protagonizado perfectamente un sketch de los Monty Python.
5) El éxito musical garantizado
¿Cómo? ¿No te suena la banda Brian Poole and the Tremeloes? Vaya, pues debería. Fue un curioso conjunto de Rock ’n’ Roll muy prometedor al que el sello discográfico Decca decidió apoyar en 1962. Allá, en unos estudios de Londres, dos grupos de jóvenes tocaron para los agentes de Decca rivalizando por el contrato de representación que alguna de sus bandas se llevaría. Ganaron los de Brian Poole. Perdió un cuarteto de Liverpool llamado “The Beatles” que, según Dick Rowe, dirigente de la discográfica, no tenía tantas papeletas para el éxito como lo de Essex.
6) Un negocio digital muy poco lucrativo
Estamos en 1999, cuando los buscadores de Internet son aún pequeños recién nacidos y la red es un marasmo de webs que no tienen muy claro aún su objetivo. Se reunió entonces George Bell, el CEO de Excite, con dos jóvenes que acababan de crear su propio motor de búsqueda. Le ofrecieron comprar Google por un millón de dólares. Como esa cantidad le pareció muy alta, Larry Pace y Sergey Brin bajaron su cantidad a 750.000 dólares. Pero aun así la cifra le parecía demasiado alta al magnate, y pasó de su oferta. Dicen que por la noche, los días de luna llena, pueden aún oírse sus gritos por las calles de Sillicon Valley.
7) El libro de oro que estuvo a punto de no ser publicado
Como suele recordar en alguna que otra ocasión, a J.K. Rowling le costó mucho llegar a donde está (esto es, convertirse en una reputada escritora de best sellers con más de 670 millones de libras ganados a costa de la saga de un joven mago), pero fue un pequeñísimo gesto el que lo supuso todo.
Alice, una niña de ocho años, supo ver lo que no vieron hasta 12 editoriales antes de que ella leyese el primer volumen de Harry Potter. Así, esta hija del fundador de Bloomsbury, hizo caso de los instintos de su retoña. A Bloomsbury la jugada le salió maestra. Estamos seguros de que los 12 dueños de esas otras editoriales británicas habrán aprendido la lección y le pasarán desde hace años los manuscritos que les llegan a sus pequeños en vez de descartar de forma automática las propuestas apelando a la falta de interés de sus obras.
8) Una entrevista verdaderamente motivacional
“Facebook pasó de mí y eso se convirtió en mi oportunidad de conocer y trabajar con un montón de gente fantástica”. Esas fueron las palabras de Brian Acton, uno de los fundadores de WhatsApp, al respecto de la entrevista que en 2009 realizó para la compañía de cara a una posible contratación.
No sabemos qué fue lo que la red social no vio claro en Brian Acton y Jan Koum para descartarles en el proceso de selección, pero eso es lo que empujó a los desarrolladores a trabajar en una aplicación de mensajería móvil simple pero efectiva. Unos años más tarde este error (o acierto) le costaría al emporio de Zuckerberg 19.000 millones de dólares en forma de cheque que le entregaría a esos a los que había subestimado en un primer momento. Pagaríamos mucho dinero por ver las caras de los agentes de Facebook atendiendo a Acton y Korum en esa segunda reunión unos pocos años más tarde.
9) Los Bitcoins más caros (y baratos) del mundo
James Howells poseía en 2013 más de cuatro millones de libras. Había sido tan inteligente de invertir una parte de sus ahorros en 2009 en 7.500 Bitcoins. Como muchos sabrán (y se arrepentirán de no haber invertido ellos mismos), el valor de esta moneda virtual ascendió rápidamente en esos poco años hasta tener el astronómico valor que poseen ahora. Cada uno de los Bitcoins de Howells valía 613 libras.
Fue entonces cuando se decidió a buscar dónde había guardado ese dinero. Y ahí está el problema: conservaba las cuentas en un disco duro… Que tenía dentro de una furgoneta vieja que abandonó sin más en un descampado. Cuando acudió en su búsqueda años después, el dueño del vertedero le dijo que podría recogerlo. Si es que encontraba el disco intacto dentro de la mole de materia del coche aplastado. En una explanada de cinco pies de basura.
10) El error kilométrico
La mayoría de nosotros podemos permitirnos sufrir algún despiste tonto en el trabajo. Pero hay gente que no, como los controladores aéreos o los desactivadores de minas. La NASA, en principio tampoco. Después de haber desarrollado, fabricado y puesto en órbita una nave con valor de 125 millones de dólares, cuando la Mars Climate circulaba por el espacio en 1999 sufrió un duro percance y se estrelló contra Marte. Los técnicos no pudieron controlar las maniobras satisfactoriamente.
¿Alguna contingencia imprevista? No, simplemente los responsables olvidaron convertir los datos de navegación del sistema métrico decimal al inglés, tal y como se los había entregado el contratista después de su fabricación. Conociendo esta historia, meter la pata en la próxima suma o resta de nuestro día a día sabrá un poco mejor.
11) Una cabezada top secret
Si necesitas una buena historia de espías, esta es la tuya. Pero no esperes ningún acto heroico. Heinrich Albert fue un diplomático alemán que trabajaba al mismo tiempo como agente encubierto, y era de hecho el mayor responsable de la red de espionaje de la Primera Guerra Mundial en Estados Unidos. Pero hasta los espías pueden tener sueño. Un día de julio de 1915 se echó una pequeña siesta en el metro. Al llegar a su parada se despertó apresuradamente y salió del vagón. Dentro se había dejado un maletín con material altamente clasificado. Corrió de vuelta al tren, pero Frank Burke, del Servicio Secreto, le había estado vigilando, y cuando el alemán se bajó no perdió la oportunidad de darle esquinazo y llevarle el tesoro de información a sus superiores.
El gobierno estadounidense no se enfrentó por esto de forma directa a los germanos, pero sí le filtraron los documentos a la prensa, una manera de molestar a la otra nación sin provocar una gran escalada de violencia. A continuación, la sociedad americana vio más importante que nunca apoyar la lucha contra los alemanes. Rodaron unas cuantas cabezas en la embajada alemana y unos cuantos diplomáticos volvieron a su país, entre ellos Albert. Eso sí, al llegar a la República de Weimar le hicieron secretario de Estado, así que no le fue tan mal.
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