Facebook no para de recolectar datos. Los de sus usuarios, y los de los que (aún) no lo son. Gran parte de esa información se usa según Facebook con el fin de presentar una publicidad más personalizada, pero la voracidad en esa recolección es asombrosa.
De hecho en Facebook no se limitan a monitorizar lo que hacemos en esta red social: la red social persigue nuestra ubicación y nuestra actividad en aplicaciones y sitios web que están conectadas directa o indirectamente con Facebook.
Nuestros dispositivos no nos escuchan
¿Nos escucha Facebook constantemente? Estás hablando con alguien sobre un producto o quizás tu próximo viaje y ¡bam! de repente empiezas a recibir anuncios del producto u ofertas para vuelos baratos a ese destino. ¿Qué está pasando?
Seguro que Facebook estaba escuchando, ¿verdad? Lo cierto es que no: los responsables de Facebook no tienen los recursos capaces de analizar el audio de millones de usuarios, pero no les hace falta: tienen otras formas de "espiarnos".
En The Wall Street Journal así lo creen, y de hecho se pusieron en contacto con Antonio García Martínez, que fue responsable de la división de publicidad de Facebook, para hablar del tema. García explicaba también en Wired cómo recolectar y analizar esas cadenas de audio interminables "agotaría incluso los recursos de la NSA".
Otros expertos corroboran esa opinión. Es el caso de Sandy Parakilas, ex-directiva de Facebook, que indicó que Facebook "necesitaría entender el contexto de lo que dices, no bastaría con escucharte".
Que ciertos anuncios aparezcan en ciertos momentos, en cambio, responde a una realidad muy diferente de esa teoría conspiranoica. Una que nos tiene a los usuarios como protagonistas y grandes culpables de la publicidad que vemos.
Imagina que vas a comprar un producto cualquiera en un supermercado. Por ejemplo, una botella de vino. Para ganar puntos para siguientes compras, usas el móvil y te escanean el código de barras de tu cuenta de usuario. Bam. Primera pista.
A partir de ahí la información del contenido de tu carrito de la compra comienza a propagarse. El fabricante de ese producto es el primer interesado en impulsar su producto, así que compra datos agregados y (teóricamente) anonimizados —esos que el súper, la farmacia o la web de viajes recolecta— para tener idea que cuándo puede funcionar mejor la publicidad y a quién dirigirla.
¿Cómo hacerlo? Cruzando esos datos recolectados con ese algoritmo que anonimiza nuestra actividad en Facebook pero da parámetros generales sobre nuestro perfil: edad, intereses, etc. Cuando el productor de un vino lanza una campaña y se detecta que has comprado otro, se infiere que quizás esa publicidad sea adecuada para ti. No hay más.
¿Qué datos se recolectan?
Ese ejemplo refleja esa actividad constante en la que la forma con la que interactuamos con nuestros dispositivos hace que cedamos datos importantes que luego se reflejan en la publicidad e información que recibimos en Facebook.
En nuestro análisis de los datos que Facebook guarda sobre nosotros quedó claro que la cantidad de información que se almacena es enorme, aunque toda ella forma parte de nuestro uso del servicio y aceptamos que Facebook la guarde cuando damos por buenos sus términos de uso.
Es así cómo Facebook conoce nuestros datos personales, agenda telefónica, mensajes, fotos y videos (con su geolocalización, fechas de publicación o direcciones IP asociadas en muchos casos), chats o la información sobre las sesiones que hemos abierto en el servicio. Hasta sus llamadas y SMS si tienen Android.
Sin embargo a esa información se le añaden datos específicamente orientados a ofrecernos una publicidad contextual adaptada a nosotros. Quizás demasiado adaptada a nosotros, de hecho, algo que hacía pensar en si Facebook nos estaría o no escuchando las 24 horas. No lo necesitan, porque sus algoritmos y la información que vamos suministrando al usar el servicio son suficientes. Esos datos son:
Qué hemos comprado: sobre todo al usar esas tarjetas de puntos o al relacionar esas compras y pagos electrónicos con nuestro correo electrónico, nuestro usuario de Facebook o cualquier otro dato que se pueda cruzar con el servicio.
Dónde hemos estado: Facebook nos sigue allá donde vayamos no sólo a través del GPS, sino también a través de las direcciones IP que usamos o los puntos de acceso a los que nos conectamos.
Qué aplicaciones hemos usado: algunas aplicaciones se conectan a Facebook y con Facebook para cruzar datos sobre nosotros. Si nos bajamos y usamos una herramienta de pérdida de peso, esa herramienta podría provocar que en Facebook apareciera publicidad relacionada con productos y servicios de pérdida de peso, por ejemplo.
Dónde hemos hecho click: el célebre píxel de control de Facebook (el 'Pixel de Facebook') permite que nuestro historial de navegación esté a disposición de los anunciantes para saber qué sitios web hemos visitado y desde dónde y hacia dónde nos hemos dirigido al visitarlos. Eso da a los anunciantes muchas pistas sobre productos y servicios que nos interesan, y nuevamente esa información se cruza para ofrecernos información relevante.
Qué nos interesa: además de ese historial de navegación, la propia actividad en Facebook o Instagram —posts que hemos marcado con el 'Me gusta', gente que tenemos como contacto— hace que se pueda crear un "mapa" de nuestros intereses que se va puliendo con información que cedemos en parte o que se infiere a partir de lo que compartimos: salario, tamaño de la casa, afiliación política, hábitos de consumo, etc.
Esas son las grandes áreas en las que Facebook trabaja para construir ese perfil que ayuda a los anunciantes a presentar la publicidad adecuada a ciertos usuarios y a otros no, pero hay muchos más datos específicos que se recolectan y que contribuyen a pulir ese perfil.
De hecho, como explicaba la propia empresa en su 'Información sobre los anuncios de Facebook', esa actividad del usuario en esta red social es la primera y más obvia de esas fuentes de información, que se combinan con otras importantes como la ubicación, datos que facilitamos a las empresas conectadas con Facebook y, claro está, esas interacciones online que hacemos no ya en Facebook, sino fuera de esa plataforma.
La polémica de los "no-usuarios" de Facebook
A esa recolección activa sobre sus usuarios cuando están logueados se une esa recopilación de datos cuando no estamos logueados en el servicio o la aplicación o directamente cuando ni siquiera somos usuarios de Facebook.
David Baser, director de Gestión de Producto de Facebook, explicaba en el blog oficial de Facebook cómo recolectaban datos de usuarios que ni siquiera tienen cuenta en la red social.
Como este directivo explicaba, "cuando visitas una web o aplicación que utiliza nuestros servicios, nosotros recibimos la información aunque no estés logueado o tengas una cuenta de Facebook. Esto es porque otras aplicaciones y webs no saben quién está utilizando Facebook". La práctica, aseguraba Baser, es muy común en este sector.
De dichos "no-usuarios" Facebook recolecta su dirección IP, el sistema operativo y navegador que usan o las cookies de esas sesiones de navegación. Lo más irónico es que los "no-usuarios" no pueden ver qué información recolecta Facebook sobre ellos ni pueden evitar que se capture esa información a no ser que utilicen bloqueadores de publicidad y scripts en sus navegadores. Si quieres enterarte de qué está recolectando Facebook, tienes que crear una cuenta para consultar esa información y eliminarla.
¿Qué podemos hacer para protegernos?
Entre las opciones está desde luego la de cerrar para siempre nuestra cuenta de Facebook , pero esta drástica medida no es necesariamente efectiva: como hemos visto, Facebook sigue monitorizando a los usuarios incluso cuando no tienen cuentan o no están logueados en ella.
Si queremos seguir usando Facebook podemos hacerlo, pero siempre es conveniente aprovechar las opciones de privacidad que nos ofrece esta red social. Dichas opciones pueden no ser tan claras o simples como nos gustaría, pero aún así permiten atajar parte de ese seguimiento. Por ejemplo, estas:
Desactivar la localización: puedes hacerlo en los ajustes de tu cuenta e incluso borrar el historial de ubicaciones. Aquí sería buena idea consultar en la configuración de privacidad si hemos dado acceso a los servicios de ubicación a aplicaciones que se conectan con Facebook de alguna manera.
Limitar anunciantes: en los iPhone es posible ir a las opciones de privacidad y publicidad para activar el seguimiento publicitario, y podemos resetear el identificador de publicidad para estar más seguros. En Android podemos hacer algo similar con los "Servicios de publicidad", desde donde podemos deshabilitar el uso del identificador de publicidad y reiniciarlo.
Deshabilitar publicidad: en el cliente de Facebook para móviles podemos ir a la configuración de publicidad de la configuración de nuestra cuenta para desactivar todos los parámetros de la cuenta, así como eliminar los "intereses" que Facebook ha recolectado sobre nosotros en el pasado. Si navegamos desde un PC de sobremesa o portátil podemos utilizar extensiones para los navegadores especializadas en bloquear publicidad y evitar el seguimiento, como ocurre con Ghostery.
¿Desactivar el micrófono?: aunque parezca coherente decir que Facebook tiene complicado escuchar y analizar todo lo que dicen sus 2.000 millones de usuarios, puede que haya aún así sospechas sobre si realmente lo hace. Si queremos evitar suspicacias, tanto en Android como en iOS las opciones de privacidad de las aplicaciones es posible desactivar el acceso al micrófono a Facebook.
Usar extensiones de privacidad para navegadores: el problema del seguimiento se puede evitar (o al menos minimizar) con extensiones como Facebook Container —desarrollada por Mozilla— para Firerox, que ayuda a aislar nuestra identidad de Facebook para que sea más difícil que la empresa monitorice nuestra actividad en otros sitios web con cookies de esas terceras partes. En Chrome hay algunas extensiones como Facebook Disconnect que deshabilitan el 'píxel de Facebook' en sitios web conectados a la red social, algo que también ayuda a evitar seguimientos no deseados.
La navegación privada y Tor no ayudan: cualquiera podría pensar que navegadores orientados a proteger el anonimato como Tor o modos de navegación privada ayudarían a este ámbito, pero no es así. Se puede usar Facebook sin problemas en Tor gracias a sitios .onion, pero como explicaban aquí, la idea es ofrecer una buena experiencia de usuario, no desactivar el seguimiento de Facebook. En el caso de la navegación privada la idea es navegar sin que se almacenen datos en local que puedan ser recolectados más tarde: tanto el ISP como el servidor web tienen acceso a tu historial de navegación, lo que invalida este tipo de navegación para evitar el seguimiento de Facebook.
De hecho muchas de esas opciones de privacidad las analizamos en nuestros artículos dedicados a controlarlas desde el cliente web, desde Android o desde iOS. Seguir usando Facebook pero teniéndolo más a raya es posible con un poco de esfuerzo.
La falacia narcisista
A pesar de todo lo indicado, es difícil que desaparezcan esas teorías conspiranoicas sobre el potencial de Facebook para escuchar todo lo que decimos en todo momento.
Sin embargo Antonio García Martínez aclaraba la situación al hablar de lo complicado que eso sería: en su primer año en Facebook puso en marcha el llamado 'Project Chorizo' —buen nombre, pardiez—, y en él trató de mezclar los datos recolectados en aquel entonces para intentar mejorar la publicidad que se les servía. No sólo había problemas de rendimiento y consumo de recursos: los beneficios eran minúsculos.
Para García esto conformaba lo que él denominaba la "Falacia Narcisista": "todos somos el centro de nuestros mundos, y asumimos que nuestras vidas son terriblemente importantes o interesantes para la gente de fuera. [...] A los anunciantes no les importa la gran mayoría de sus datos más personales. Dicho de otra manera: El hecho de que tengas una foto tuya desnuda en Internet, no significa que alguien pagaría dinero por verla."
Para este experto la conclusión era clara: puede que en nuestras conversaciones digamos algo de interés "comercial" en ciertos momentos, pero los datos que los anunciantes querrían ni siquiera están en Facebook. Están en el carrito de Amazon, en el del supermercado o en esa librería a la que vamos de cuando en cuando.
Facebook nos espía, pero lo hace con nuestro permiso y el de todas esas otras tiendas y servicios con los que conectamos su plataforma. En nuestra mano está evitarlo o al menos minimizar ese impacto.
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