miércoles, 13 de septiembre de 2017

IPHONE X


¿Sabes qué es mejor que un móvil de 1.200 dólares? Un móvil de 1.900 dólares. Que es precisamente lo que cuesta el iPhone X en su versión de 256 GB si además incluimos el servicio Apple Care.

Eso abre de repente un nuevo segmento dentro de la telefonía móvil, uno que deja atrás la tradicional gama alta y convierte al iPhone X en el primero dispositivo que puede presumir de exclusividad absoluta. No en prestaciones, ojo, porque una vez más todo lo que haces en el iPhone X podrás hacerlo (quizás algo peor) en un móvil de 240 dólares. La exclusividad la marca el precio, y Apple es maestra en esto.


Reconvirtiendo al iPhone en un producto exclusivo

El iPhone nació con ese mismo halo de exclusividad, y eso permitió que Apple pusiera una etiqueta con un precio elevado para cada uno de sus smartphones. Los iPhones han ido creciendo en prestaciones pero también en su precio de lanzamiento, aunque siempre dentro de ciertos márgenes.

El problema es que esa exclusividad fue perdiendo su sentido práctico de forma gradual. Cuando apareció el primer iPhone, no había ningún otro dispositivo comparable en cuanto a usabilidad por ejemplo, y Apple pudo mantener esa ventaja competitiva gracias a un iPhone 3G y un iPhone 4 en los que la App Store o la pantalla Retina seguían marcando la diferencia con respecto a la competencia.

Esas diferencias se fueron diluyendo, y con el tiempo la exclusividad de los iPhone dejó de tener esa clara justificación que tenía en el pasado. Otros fabricantes comenzaban a hacerlo muy bien, Android maduraba e incluso las destacables cámaras de los iPhone acabaron siendo igualadas y superadas por aquellas instaladas en móviles de la competencia.

El iPhone seguía siendo exclusivo en precio, pero ya no lo era (tanto) en prestaciones. Apple necesitaba mover ficha.

¿Es el iPhone X tan diferencial para costar 1.400 dólares?

El momento para ese movimiento ha sido elegido de forma óptima: en Apple han aprovechado el décimo aniversario del lanzamiento del primer iPhone para crear una versión distinta en diseño, que incorpora diferencias importantes respecto a sus iPhone tradicionales y que sobre todo quiere justificar su entrada en el terreno de los smartphones de gama súper alta.

¿Lo logra? La hoja de características es desde luego notable, pero las dos diferencias evidentes sobre los modelos de gama alta (que ahora quedan totalmente ensombrecidos por el iPhone X) son su pantalla sin marcos y la nueva tecnología de reconocimiento facial, Face ID. De esas dos diferencias, de hecho, la centrada en Face ID tiene su aquel: puede no acabar siendo mejor que la célebre Touch ID que tan bien ha funcionado durante años.

Eso convierte al diseño —una vez más— en la única carta con la que Apple quiere diferenciar al móvil más caro y exclusivo de su historia. Todo lo que puedes hacer con el iPhone X lo podrás hacer con un iPhone 8 o un iPhone Plus igual de bien.

El iPhone 8 ante las odiosas comparaciones

Esos iPhone 8 y iPhone 8 Plus quedan un poco en tierra de nadie: compiten con la gama alta tradicional en la que están los grandes del segmento Android, pero lo hacen con una apuesta que una vez más es continuista. Salvo por el (poderosísimo) procesador Apple A11 Bionic o el soporte para la carga inalámbrica, las diferencias no son especialmente destacables, algo que plantea una duda lógica.


Esa duda no es otra que en qué gastar el dinero para actualizar tu terminal: si tienes un iPhone 7, actualizar al iPhone 8 no parece demasiado interesante, y si tienes un iPhone 6s quizás lo ideal —ya que van a invertir una buena cantidad— sería dar el salto a los iPhone X para contar con un terminal algo diferencial.

Esa reflexión es precisamente la misma con la que juega Apple desde hace tiempo, ofreciendo siempre una alternativa limitada y barata menos cara (recuerden la condena de los 16 GB en los iPhone) y haciendo las más caras lo suficientemente diferenciales y atractivas como para uno acabe pagando ese plus por ellas. Un plus que a Apple le sale barato y a ti muy caro.

Al final las comparaciones entre el iPhone X y el iPhone 8/Plus vuelven a ser odiosas. Todos ellos comparten CPU, GPU, chip WiFi, ISP y por supuesto sistema operativo y aplicaciones. Todos ellos disfrutan del nuevo Portrait Lightning y de la llamativa realidad aumentada, todos tienen carga inalámbrica y todos tienen certificación IP67 para resistencia al agua y al polvo.

Lo mismo podríamos decir al comparar al iPhone 8 con iPhones anteriores (el 7 y el 7 Plus no están tan lejos) y, desde luego, con smartphones basados en Android que han puesto el listón muy alto. Los LG G6, Samsung Galaxy S8, Galaxy Note 8 o LG V30 —e incluso el Mi MIX 2 de Xiaomi— ya nos han descubierto las bondades (y compromisos) de las pantallas sin marcos, algo que convierte al iPhone X en "uno más" en este ámbito.

El iPhone X es exclusivo porque puede serlo

No se puede negar que el iPhone X es un telefonazo, pero aun con esa hoja de especificaciones estamos viendo cómo sus competidores ofrecen muchas de esas ventajas a precios claramente inferiores. Y sin embargo esos móviles no llegan al precio que ha puesto Apple para su tope de gama, así que ¿por qué es el iPhone X el primero de los móviles de esa gama súper alta?


Pues por una única razón: porque puede. La experiencia de usuario y la atención al detalle es fantástica en Apple y sigue siendo factor diferencial en sus móviles, pero también podríamos decir lo mismo de muchos móviles actuales de gama alta (y no de gama tan alta, al menos en precio), por lo que incluso en ese apartado del que tanto hablan los responsables de Apple las cosas ya no están tan claras.

El móvil se ha convertido en una commodity, en un producto que ya es accesible a todos los públicos, pero como ocurre con la ropa o los coches, hay un elemento que va más allá de las prestaciones o el diseño. Como en estos mercados, al final cuenta tanto o más la imagen y percepción que tenemos de un producto que su calidad o sus prestaciones reales. El argumento es "ya que me gasto el dinero" —y cada uno se lo puede gastar en lo que quiera, que para eso es suyo— "me lo gasto en el tope de gama porque seguro que es mejor que el resto".

Y lo que Apple consigue es precisamente: que percibamos que el iPhone X tiene que costar 1.900 dólares. Aunque no los valga. Aunque ningún móvil los valga. Qué locura.



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