viernes, 29 de septiembre de 2017

ANOREXIA


La anorexia es una grave enfermedad que, a pesar de sus escalofriantes cifras es, junto al suicidio, un problema de salud pública gravemente silenciado.

Y es que, a pesar de que la anorexia afecta a un pequeño porcentaje de las personas (mayormente del sexo femenino), tiene unos índices de mortalidad relativamente importantes: hasta el 20% de muertes prematuras sobre el total de pacientes.


Un problema sin origen claro

La anorexia no sólo está emparentada con el suicidio por lo anteriormente mencionado, sino que los propios anoréxicos tienen unas tasas de suicidio 57 veces más elevadas que la población general.

En Estados Unidos el 70 % de las chicas están a régimen, y más del 95 % de las mujeres sobrevalora su cuerpo en un 25 % de su peso. Sin embargo, el origen de la anorexia no está claro. Por causas genéticas, por ejemplo, la anorexia es ocho veces más común en las personas que tienen parientes con el trastorno.

Si el 93 % de las personas que la sufren son mujeres parece estar relacionado con el tipo de cerebro que desarrolla la mujer, tal y como señala el neurólogo Dick Swaab, que dirigió durante tres décadas el Instituto Holandés de Investigaciones Cerebrales, en su libro Somos nuestro cerebro:


Todos los síntomas apuntan a que se trata de una enfermedad del hipotálamo […] Una serie de síntomas permanecen incluso después de que se recupere el peso perdido, como los trastornos de la glándula tiroides y la función de la glándula suprarrenal. […] Un último argumento a favor de la localización del proceso patológico en el hipotálamo es que todos los síntomas de la anorexia nerviosa pueden desencadenarse cuando hay un quiste, un tumor o cualquier otro defecto en el hipotálamo.


A pesar de todo, la mayor parte de los aquejados de anorexia logra sobrevivir, y algunos incluso se recuperan, como explica Bee Wilson en su libro El primer bocado:

Las pacientes de bulimia tenían índices de recuperación incluso mejores, con un 99 por ciento de recuperación como mínimo parcial y un 74 por ciento de recuperación total. Pensemos en lo que esto significa: la inmensa mayoría de aquellas personas cuyas comidas habían sido una vorágine de atracones y vómitos lograron aprender a comer y a digerir la comida con normalidad.


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