No tiene más truco que la calidad de sus ingredientes. Merece la pena emplear un buen chocolate negro de alta calidad -no necesariamente "para postres"-, con el porcentaje de cacao que más les guste; el dulzor dependerá del azúcar que este tenga. También es importante elegir una buena mantequilla y, si es posible, huevos de gallinas camperas. Es un pastel consistente pero esponjoso y suave, intenso y jugoso.
Sacar los huevos de la heladera para que no estén muy fríos. Engrasar un molde redondo de fondo desmontable, de unos 20 cm de diámetro. Si se escoge uno más grande, el pastel saldrá más finito y habrá que cuidar el tiempo de cocción.
Precalentar el horno a 180ºC y trozar el chocolate y la mantequilla. Derretir ambos ingredientes en una olla a fuego muy suave, o al baño maría, removiendo constantemente y procurando que no hierva o se queme. Dejar enfriar.
Separar las yemas de las claras, depositando las primeras en un recipiente algo más grande. Batir las yemas con unas varillas hasta que espesen. Añadir el chocolate derretido poco a poco, mezclando con una lengüeta para lograr una combinación homogénea.
Batir con batidora de varillas las claras hasta montarlas a punto de nieve. Echarlas poco a poco en la masa principal, en varias tandas, incorporándolas con movimientos suaves y envolventes. Continuar hasta no tener grumos grandes blancos.
Llenar el molde, igualando la superficie con el dorso de una cuchara o con una espátula, y hornear durante unos 20-25 minutos, hasta que al pinchar el centro con un palillo salga prácticamente limpio, con algunas manchas. Es importante no pasarse de horneado.
Esperar un poco antes de desmoldar. Bajará a los pocos minutos, es normal. Para desmoldarlo, lo mejor es colocar la rejilla en la parte superior, dar la vuelta para ponerlo boca abajo y retirar el anillo del molde. Servir cuando esté frío o algo tibio, para probar texturas diferentes.
Con qué acompañar el pastel de chocolate
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