viernes, 3 de agosto de 2018

BITCOIN


A finales del año pasado Bitcoin parecía a punto de comerse el planeta. En diciembre alcanzó los $19.000 en valor nominal, y pocos meses antes, en septiembre, había movido bienes y servicios por más de 400 millones de dólares. Los buenos, viejos tiempos no durarían para siempre: tras medio año de progresivo declive su precio en el mercado de valores se mantiene relativamente estable, pero virtualmente nadie está utilizando la criptomoneda para comprar y vender cosas.

69 millones. El pico comercial de septiembre fue sucedido por una dramática crisis que redujo el volumen económico de Bitcoin a los 195 millones de dólares a principios de este año. Desde entonces su mercado se ha ido empequeñeciendo poco a poco. El mes pasado Bitcoin tan sólo sirvió para intercambiar productos o servicios por valor de 69 millones de dólares, según una investigación de Bloomberg: cifras diminutas comparadas con su valor comercial a un año vista, su valor de mercado aún hoy o el volumen económico de divisas, err, reales.

¿Quieres mi Bitcoin? Si Bitcoin aspiró alguna vez a convertirse en una moneda de uso diario, hoy está más lejos que nunca de sus objetivos. Virtualmente nadie utiliza Bitcoin. En gran medida el problema está asociado a su carácter netamente especulativo: comprar cualquier producto con Bitcoin durante los locos meses de octubre, noviembre y diciembre de 2017 implicaba perder miles de dólares en valor nominal. ¿Quién querría comercial con una divisa así de volátil?

Sólo para especular. De ahí la drástica reducción del volumen de mercado movido por Bitcoin durante el invierno pasado. Pese a su estabilización jamás se ha recuperado, en parte por los costes de transacción asociados a la moneda, mayores que los de las divisas convencionales. El interés por Bitcoin de hace algunos meses tuvo un mero carácter inversor, especulador, y quienes apostaron por la moneda lo hicieron con la esperanza de ganar dinero rápido (a costa de endeudarse y poner en riesgo mucho capital en caso de que saliera mal, como vimos).

Desinterés. El proceso es a gran escala: ni los usuarios comunes y corrientes quieren comprar un libro con Bitcoin ni muchos de los establecimientos que los ofertan continúan aceptando la divisa. Otros grandes proyectos de desarrollo de software que aspiraban a potenciar la implantación de la moneda se han congelado en el camino: empresas tan punteras como Nasdaq mostraron un incipiente interés en la tecnología hasta que, pasados los meses y surgidas las obvias complicaciones de un proyecto tan complejo, observaron cómo sus socios pasaban de largo.

Su futuro. ¿Y ahora qué? Bitcoin es una divisa, por lo que necesita comportarse como tal. Eso casa mal con la ola especulativa que la puso en boca de medio mundo a finales del año pasado. También con su carácter instrumental para el lavado de dinero o diversos tipos de estafas. Algunos países, como Corea del Sur, están buscando formas para regular legalmente el uso de Bitcoin: un marco estable y fiable, de la mano de los estados, que lime su volatilidad sería un buen punto de partida.

El problema, claro, es que la regulación y el papel de cualquier organización estatal es contraria a la definición filosófica de Bitcoin.



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