viernes, 9 de diciembre de 2016

CRIOBIOLOGIA


Un adolescente muerto recientemente de cáncer se ha convertido en la última persona entre un pequeño pero creciente número de personas que han sido congeladas criogénicamente después de la muerte. Individuos con la esperanza de que los avances en la ciencia permitan que un día sean despertados y curados de las enfermedades que los mataron. Pero ¿qué probabilidades hay de que llegue tal día?

La naturaleza nos ha demostrado que es posible crioconservar animales como reptiles, anfibios, gusanos e insectos. Los gusanos nematodos que han sido entrenados para reconocer ciertos olores conservan esos recuerdos tras haber sido congelados. La rana de la madera (Rana sylvatica) se congela durante el invierno en un bloque de hielo y vuelve a dar saltos la primavera siguiente.

Sin embargo, en el tejido humano cada proceso de congelación-descongelación provoca daños considerables y comprender y minimizar estos daños es uno de los objetivos de la criobiología. A nivel celular, estos daños son aún poco conocidos, pero pueden ser controlados. Cada innovación en el campo se basa en dos aspectos: la mejora de la conservación durante la congelación y la recuperación después de la descongelación.

Durante la congelación, el daño puede ser evitado si se controlan cuidadosamente las temperaturas y confiando en varios tipos de crioprotectores. Uno de los objetivos principales es la inhibición de la formación de hielo que puede destruir las células y los tejidos desplazándolos y rompiéndolos. Por esa razón, una transición más suave a una "fase vítrea" (vitrificación) por enfriamiento rápido, en lugar de "congelación", es el objetivo a seguir.

Para ello se han utilizado sustancias simples, tales como azúcares y almidones, para cambiar la viscosidad y proteger las membranas celulares. Los productos químicos como el sulfóxido de dimetilo (DMSO), el etilenglicol, la glicerina y el propanediol se utilizan para prevenir la formación de hielo intracelular y las proteínas anticongelantes inhiben el crecimiento de cristales de hielo y una nueva cristalización durante la descongelación.

El científico estadounidense Robert Ettinger junto a un criostato antiguo en el Cryonics Institute. Cuando Ettinger murió, fue congelado y almacenado en el instituto. (CRYONICS INSTITUTE)

Pero no sólo tenemos que preocuparnos de las células individuales, en estado de congelación, los tejidos son generalmente estables biológicamente. Las reacciones bioquímicas, incluyendo la degeneración, se ralentizan en temperaturas ultra bajas hasta que se detienen de manera efectiva. No obstante, existe el riesgo de que las estructuras congeladas pueden experimentar una ruptura física, como pueden ser unas grietas finas.

Después de la descongelación, la fluctuación de la temperatura provoca una serie de problemas. Las células y los tejidos pueden verse dañados en este estado. Pero también tiene un efecto sobre nuestra "epigenética" general (cómo influyen en nuestros genes el estilo de vida que llevamos y los factores medioambientales) causando una reprogramación epigenética. Sin embargo, los antioxidantes y otras sustancias pueden ayudar a la recuperación después de la descongelación y evitar daños.

La reanimación de cuerpos enteros también plantea sus propios retos, puesto que los órganos necesitan volver a funcionar de forma homogénea. Los desafíos de restaurar el flujo de sangre a órganos y tejidos ya son bien conocidos en medicina de urgencias. Pero es quizás alentador que el enfriamiento en sí no sólo tenga efectos negativos: de hecho, puede mitigar el trauma. Es un hecho que las víctimas de ahogamiento que han sido revividas parecen haber sido protegidas por el agua fría: algo que ha dado lugar a la investigación durante muchos años sobre el uso de bajas temperaturas durante las operaciones de cirugía.

La innovación científica en criobiología se ve marcada por intereses médicos y económicos. Muchos de los avances en la preservación de células son impulsados por el sector de la infertilidad y por un sector emergente de la medicina regenerativa. Las células criopreservadas y vitrificadas y los tejidos simples (óvulos, esperma, médula ósea, células madre, córnea, piel) ya son descongelados y trasplantados de forma habitual.

También se ha empezado a trabajar en la crioconservación de partes del cuerpo "simples" como dedos y piernas. Algunos órganos complejos (riñón, hígado, intestinos) ya han sido crioconservados, descongelados y transplantados en un animal con éxito. Mientras que el trasplante de órganos humanos actualmente se basa en órganos a bajas temperaturas, sin congelar, existen buenas razones para el desarrollo de la crioconservación de órganos enteros con fines terapéuticos.


Los mayores obstáculos


La crioconservación del cerebro completo es un campo que despierta mucho interés. No se ha informado de experimentos con cerebros enteros congelados de animales desde la década de los 70.

Mientras que algunos factores como un buen suministro de sangre y una alta tolerancia a la deformación mecánica pueden facilitar la congelación del cerebro, existen problemas técnicos y científicos concretos, especialmente cuando el objetivo es preservar la función reguladora y la memoria. Sin grandes avances en este tipo de investigación, es probable que siga siendo uno de los factores que frenen las aplicaciones terapéuticas de la crioconservación de todo el cuerpo.


Pero hay otro gran obstáculo para la criónica: no solo para reparar los daños provocados por el proceso de congelación, sino también para revertir los daños que llevaron a la muerte y de una forma en la que el individuo pueda retomar la consciencia.

Desde un punto de vista puramente técnico, podría merecer la pena evitar esta complicación extra. Por ejemplo, una persona que sufra de demencia ya habrá perdido su memoria en el momento de su muerte y por lo tanto ya no sería la misma si despertase después de haber sido congelada criogénicamente.

Ante esta situación, los pacientes con trastornos neurodegenerativos que no deseen vivir con la enfermedad por más tiempo podrían, por tanto, tratar de ser congelados antes de la muerte, con la esperanza de retener un poco de su memoria si son revividos en un futuro lejano. Esto plantea claramente cuestiones tanto legales como éticas.

¿Será posible algún día crioconservar un cerebro humano de tal manera que pueda ser restablecido intacto? Como se ha explicado, el éxito dependerá de la calidad de la crioconservación, así como de la calidad de la tecnología de reactivación. Si la crioconservación es deficiente, como es el caso de las tecnología actual, la calidad de la reactivación ha de ser mayor.

Esto ha llevado a pensar que una reparación efectiva debe depender, inevitablemente, de una nanotecnología muy avanzada: un campo que antaño era considerado como ciencia ficción. La idea es que unas pequeñas máquinas moleculares artificiales puedan un día reparar todo tipo de daños en nuestras células y tejidos causados por una criogenización extremadamente rápida, haciendo posible la reanimación. Teniendo en cuenta los rápidos avances en este campo, puede parecer precipitado desestimar completamente el objetivo científico que hay detrás de la criónica.



Autor: Alexandra Stolzing, Profesora titular de Medicina Regenerativa, Universidad de Loughborough

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Fotos | istock


Publicado bajo licencia Creative Commons.

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