La creciente conectividad de todo tipo de dispositivos y soluciones tecnológicas ha hecho que cada vez aparezcan más y más amenazas a nuestra privacidad. Lo hemos visto en televisores, en servicios como Facebook o en consolas de videojuegos, pero las cosas se ponen especialmente peligrosas cuando ni los niños están a salvo y los juguetes con los que juegan acaban espiándolos.
Eso ya había ocurrido con una edición especial de la Barbie en el pasado, pero ahora se han descubierto dos nuevas muñecas que están entre las más demandadas en la carta a los Reyes Magos y Papá Noel estas navidades y que se dedican a recolectar la voz e incluso las fotos de los niños que juegan con ellas para luego enviar esos datos a una empresa que trabaja, entre otros, con el Ejército de los Estados Unidos.
Cuidado con la carta a los Reyes Magos
La muñeca "My Friend Cayla" necesita saber el nombre del niño/a, de sus padres, de su colegio, su ciudad y su localización física para poder comenzar a entablar esas conversaciones con los niños. En la política de privacidad del juguete no se menciona esa recolección de datos, y lo mismo ocurre con I-Que, que entre otras cosas pide acceso a la cámara del teléfono para poder funcionar, algo que no tiene sentido puesto que el robot no necesita en absoluto tener acceso a esa parte del dispositivo móvil.
Los datos de voz recolectados se almacenan en servidores de Nuance Communications, empresa que tiene (entre otros) acuerdos comerciales con el Ejército de los Estados Unidos y con agencias de inteligencia de ese país. En Nuance indican que no se comparten los datos con otros clientes, pero sí esos datos sí se pueden aprovechar "para desarrollar, afinar, mejorar y mejorar nuestros productos y servicios, y para publicidad y marketing consistente con esta política de privacidad".
Un organismo de protección de los derechos de los niños ha presentado una demanda ante la Federal Trade Commission (FTC) de los Estados Unidos para que investigue el caso, y una de sus responsables, Claire Gartland, explicaba cómo "los consumidores americanos se enfrentan a niveles de vigilancia sin precedentes en sus espacios más privados, y los niños son especialmente vulnerables".
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