Por primera vez, un equipo de oncólogos chinos ha usado CRISPR para editar genéticamente células del sistema inmune y, con ellas, tratar de combatir un cáncer de pulmón en una persona viva. Dicho así, suena más trascendental de lo que realmente es. Y ahí está la clave para entender qué está pasando en la escena biomédica internacional.
"Creo que esto va a desencadenar un Sputnik 2.0, un duelo biomédico entre China y Estados Unidos", explicaba Carl June, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania. Pero, en realidad, esa carrera ya ha empezado: las grandes potencias mundiales quieren que el 'Apolo 11' de la ingeniería biomédica sea suyo. Y eso puede ser muy bueno o muy malo.
El primer ensayo de CRISPR en una persona
Eso es lo que han hecho en la Universidad de Sichuan utilizando CRISPR: editar genéticamente células del sistema inmune para bloquear esa proteína e introducirlas en el cuerpo del paciente. Es decir, dejando a un lado el uso de la famosa técnica de edición, hablamos fundamentalmente de terapia génica. Algo que llevamos estudiando de una forma u otra desde los años setenta.
No obstante, la técnica presenta dudas porque, en realidad, no sabemos cuál va a ser el comportamiento de esas células modificadas. Tampoco hay muchos detalles con los que podamos trabajar porque el equipo, pese a que comentó que el tratamiento "fue bien", no quiso avanzar muchos más detalles. En un principio y si todo va bien, los primeros resultados se conocerán en seis meses.
La nueva carrera es biomédica
Efectivamente, que, con su sorprendente facilidad de uso y eficiencia, CRISPR llegue por fin a los ensayos clínicos es una excelente noticia. Además, la competencia, como dice Carl June, puede ser buena para avanzar; pero no parece que estemos hablando sólo de eso.
De lo que estamos hablando no es sólo de un mercado de 46.000 millones de dólares; hablamos de disponer de la tecnología propia, la formación y la pericia técnica necesarias para no perderse el próximo gran salto tecnológico. Quedarse rezagado aquí puede conllevar quedarse descolgado de los desarrollos científicos más interesantes de los próximos años y eso es algo que ninguna potencia actual puede permitirse si no quiere que la medicina se convierta, de nuevo, en una ventaja estratégica fundamental.
De lo que estamos hablando no es sólo de un mercado de 46.000 millones de dólares; hablamos de disponer de la tecnología propia, la formación y la pericia técnica necesarias para no perderse el próximo gran salto tecnológico. Quedarse rezagado aquí puede conllevar quedarse descolgado de los desarrollos científicos más interesantes de los próximos años y eso es algo que ninguna potencia actual puede permitirse si no quiere que la medicina se convierta, de nuevo, en una ventaja estratégica fundamental.
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