Cuarenta barriles de Coca-Cola iniciaron una batalla legal de más de una década que dio forma a la legislación alimentaria de Estados Unidos y permitió una expansión sin precedentes de la droga psicoactiva más consumida del mundo: la cafeína. Esta es la historia.
Harvey Wiley y los cuarenta barriles
Cuando Harvey Washington Wiley fue nombrado director de la FDA en 1906, la agencia ni siquiera existía. El Congreso de Estados Unidos acababa de aprobar una ley para velar por la 'pureza' de la comida y los medicamentos y el equipo de Wiley tenía como misión ponerla en marcha. Y, en efecto, comenzaron a perseguir a todas las compañías que hacían publicidad engañosa o vendía productos perjudiciales.
En 1903, Coca-Cola ya había dejado de presentarse como un producto medicinal y sus productos no tenían las trazas de cocaína que habían tenido en un principio. Lo que sí llevaban cafeína y esto preocupaba a la FDA que temía que pudiera ser peligroso para la salud.
En 1909 Wiley ordenó incautar 40 toneles y 20 barriles de Coca-Cola. Un par de años más tarde y en virtud de la "ley de pureza", el gobierno trató de obligar a la compañía para que eliminara la cafeína de la fórmula. Las acusaciones eran dos: que el producto estaba adulterado (al contener un ingrediente nocivo, la cafeína) y, además, que la marca era engañosa (puesto que el producto ya no contenía coca y sólo tenía algunas trazas de cola).
Coca-Cola ganó ese juicio y la apelación ante el Sexto Circuito de Cincinnati. Pero el Gobierno, preocupado porque eso fuera un precedente que debilitara sus esfuerzos por ordenar el mercado alimenticio, recurrió al Tribunal Supremo.
El Supremo, en términos generales, dio la razón al Gobierno, aunque reconoció que la evidencia sobre la toxicidad de la cafeína no era concluyente. Para entonces, estamos hablando de 10 años después de la incautación de los barriles, nadie tenía especial interés en seguir con la batalla legal. Coca-Cola accedió voluntariamente a limitar la cantidad de cafeína y se ofreció a pagar los gastos del juicio. La FDA, sin Wiley al mando, cerró el caso. Ahí empezó el reinado de la droga psicoactiva más consumida del mundo.
La cafeína, esa desconocida
En efecto, por encima del alcohol o de la marihuana, la cafeína es la droga psicoactiva más consumida del mundo. Nuestra reticencia habitual a catalogar a este tipo de sustancias como lo que son, lo oculta. Pero se calcula que en Estados Unidos, Europa y buena parte de América Latina hasta el 90% de los adultos la consumen de forma habitual. De hecho, el consumo se ha disparado. No es solo café: la podemos encontrar en refrescos, bebidas energéticas e incluso pasteles, pipas de girasol o chicles.También es habitual encontrarla en muchos medicamentos.
Nuestra dependencia no para de crecer. Sea natural (producida por un puñado de plantas de forma natural) o sintética (que se obtiene de la dimetilurea, un derivado de la carbamida, utilizando sal de metales pesados y nitratos como catalizador), un mundo cada vez más adicto a ella la engulle sin parar.
En 2013, el mundo consumía 120.000 toneladas de cafeína. Una cifra que se entiende mejor si tenemos en cuenta que una taza de café tiene aproximadamente 1 miligramo por cada mililitro y, a la vez, nos ayuda a comprender por qué hay tanta gente tratando de producirla mejor. Sin ir más lejos, unos investigadores chinos acaban de crear una levadura de panadero capaz de producirla.
¿Estamos consumiendo demasiada cafeína?
En 1911, el gobierno norteamericano no pudo hacer nada porque no había suficiente evidencia contra la cafeína. Pero, ¿y ahora? ¿qué sabemos de los efectos tóxicos de la cafeína? Hace un par de años, la FDA paró la comercialización de unos chicles con cafeína (con el equivalente a media taza de café concretamente), pero en cantidades adecuadas no parece que haya mucho problema.
Aunque se han identificado algunos casos de toxicidad grave causados por la cafeína, la verdad es que es algo rarísimo. En general, los expertos suelen estar de acuerdo en que los adultos sanos no deben consumir más de 400 miligramos al día. Es decir, el equivalente a cuatro tazas de café fuerte, 10 latas de cola o dos bebidas energéticas. En cambio, en niños no se recomienda su consumo.
Si superamos esos límites (o si somos más sensibles a sus efectos) podemos experimentar insomnio, nerviosismo, taquicardia e, incluso, temblores musculares. Toda una señal de que, en fin, hay que empezar a pensar en ir dejándolo.
Imágenes | Ted & Dani Percival
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